sábado, 20 de noviembre de 2010

PASTELES

Hace unas semanas nos jntamos, todo mi grupo, para hacer los pasteles juntas, ya que así todo resultaria más fácil y divertido con la ayuda de cada una.




Cada una cogió un pigmento distinto y nos pusimos manos a la obra. Yo, personalmente, cogí el magenta. Puse seis volumenes (cucharillas de café), junto con tres de creta y lo mezclé con la espátula. Una vez mezclado el conjunto, vertí cuatro ml. de agua, con cuatro ml. de goma de tragacanto en dicho pigmento. Mientras el pigmento de mis compañeras comenzaba a coger una densidad considerable, el mio, por mucho que intentaba mezclarlo y moverlo, resultaba impermeable. El pigmento "flotaba" en el agua, de manera que era imposible mezclarlo. Julia decidió probar a ver si ella lo conseguía, a si que yo cogí el pigmento verde que ella estaba utilizando para terminarlo y moldearlo. Finalente, nos rendimos, a si que dejamos a un lado el magenta, para comenzar con otro pigmento nuevo. Para mi mala suerte, el segundo pigmento que decidí hacer era el amarillo. Este, al contrario que el magenta, si que se mezclaba, pero no era igual que los demás, era extraño. Al decir extraño, me refiero a que los otros pasteles que ya habiamos moldeado y que esperaban a secarse, habian sido faciles de moldear una vez coseguida la pasta necesaria. La pasta de este pigmento era, en oposició a las demas, muy fácil de romper y al mismo tiempo, escurridiza, una paradoja, ya que al ser escurridiza, no puede ser dura. Pero este pigmento lo era. Se escurria facilmente entre los dedos, pero al mismo tiempo, y si no tenía cuidado, se rompía en una grieta perfectamente hecha. Extraño. Conseguí moldearla como pude y dejarla secar, pero al siguiente día nos dimos cuenta de que no podiamos utilizarla, ya que se desintegraba con gran facilidad. Unos días después, estaba completamente convertida en polvo.


Así nos quedaron los pasteles ya terminados.
Los hicimos bien redonditos y los dejamos secando hasta al día siguiente.


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